PUEBLOS BIZANTINO,ÁRABES,CHINOS....
PUEBLOS BIZANTINOS, ÁRABES, CHINOS, MONGOLES (ZONA ASIATICA)
El Imperio bizantino fue un Estado cristiano heredero del Imperio romano que pervivió durante toda la Edad Media y el comienzo del renacimiento y se ubicaba en el Mediterráneo oriental. Su capital se encontraba en Constantinopla, cuyo nombre más antiguo era Bizancio. También se conoce al Imperio bizantino como Imperio romano de Oriente, especialmente para hacer referencia a sus primeros siglos de existencia, durante la Antigüedad tardía, época en que el Imperio romano de Occidente continuaba todavía existiendo.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo, e impidió el avance del Islam hacia Europa Occidental. Fue uno de los principales centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos y las costumbres de gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias y científicas del mundo clásico y de otras culturas.
El término «Imperio bizantino»
La expresión «Imperio bizantino» (de Bizancio, antiguo nombre de Constantinopla) fue una creación del historiador alemán Hieronymus Wolf, quien en 1557, un siglo después de la caída de Constantinopla, lo utilizó en su obra Corpus Historiae Byzantinae para designar este período de la historia en contraste con las culturas griega y romana de la Antigüedad clásica. El término no se hizo de uso frecuente hasta el siglo XVIII, cuando fue popularizado por autores franceses, como Montesquieu.
Etapa inicial
Constantino I estableció las bases de la armonía entre las autoridades eclesiásticas y las imperiales que duró a lo largo de la historia del Imperio. Éstas incluían la creación de un sistema monetario basado en el solidus de oro, o nomisma, que perduró hasta la mitad del siglo XII. La prosperidad comercial de los siglos IV, V y VI hizo posible el auge de muchas antiguas ciudades. Las grandes propiedades dominaban el mundo rural y aunque los elevados impuestos tuvieron como consecuencia el abandono de la tierra, la agricultura permaneció como la principal fuente de riqueza del Imperio. La Iglesia y la monarquía adquirieron vastos territorios, convirtiéndose de este modo en los mayores terratenientes del Imperio. Una rigurosa regulación imperial sobre la pureza y suministro de los metales preciosos, al igual que sobre la organización del comercio y la actividad artesanal, caracterizaron la vida económica.
El emperador Justiniano I y su esposa, Teodora, intentaron restaurar la antigua majestuosidad y los límites geográficos del Imperio romano. Entre el 534 y el 565 reconquistaron el norte de África, Italia, Sicilia, Cerdeña y algunas zonas de la península Ibérica. Sin embargo, este esfuerzo, junto con los importantes gastos contraídos al construir edificios públicos e iglesias, como la basílica de Santa Sofía en Constantinopla, agotaron los recursos económicos del Imperio a la vez que distintas plagas diezmaron su población.
Periodo de reconquista
Al inicio del siglo IX, el Imperio bizantino experimentó una gran recuperación que adoptó distintos aspectos. La ofensiva musulmana se detuvo en la frontera oriental por dos razones: por la decadencia del califato Abasí y por la habilidad de la estrategia bizantina. Los ejércitos imperiales comenzaron a recuperar territorios en el sureste de Asia Menor a principios del siglo X. Las tierras perdidas a manos de los eslavos en Grecia, Macedonia y en Tracia fueron reconquistadas y reorganizadas. La recuperación alcanzó su plenitud bajo el largo reinado de la dinastía Macedónica, que comenzó en el 867 con su fundador, el emperador Basilio I, y que duró hasta 1057. La vida intelectual revivió: se copiaron y extractaron antiguos manuscritos; se compilaron enciclopedias y obras de referencia; las matemáticas, la astronomía y la literatura recibieron otra vez una gran atención. El renacimiento cultural estuvo acompañado por un retorno consciente a los modelos clásicos en el arte y en la literatura. El comercio exterior también se intensificó en el Mediterráneo y en el mar Negro.
Bulgaria decayó y fue ocupada por los ejércitos bizantinos en la década del 970, a la vez que éstos recuperaban a los musulmanes tierras al sur de la cadena montañosa del Taurus, incluyendo zonas del norte de Mesopotamia, del norte de Siria y de la costa norte de Siria. El más grande emperador de la dinastía Macedónica fue Basilio II, que reprimió vigorosamente una amplia rebelión búlgara en el 1014 y amplió su control de los antiguamente independientes principados de Armenia y Georgia. Sus esfuerzos, al igual que los de sus predecesores, para invertir la creciente concentración de tierras en las manos de unos pocos propietarios y de la Iglesia, fracasaron en última instancia. Aunque sustituyó a muchas viejas familias por un nuevo grupo de familias leales, su creciente riqueza y poder perjudicó de forma notable a los ingresos, a la autoridad del Estado y a los recursos militares del Imperio. Tras la muerte de Basilio II, el Imperio disfrutó de una expansión y prosperidad económica, pero padeció una serie de emperadores mediocres que renegaron de nuevos progresos tecnológicos, culturales y económicos provenientes del occidente europeo y del mundo islámico, al tiempo que el ejército sufría una fuerte decadencia. Los Selyúcidas, después de realizar diversas incursiones devastadoras sobre los territorios orientales del Imperio, derrotaron a un ejército imperial en la batalla de Mantzikert (1071), que tuvo lugar en las cercanías del lago Van (en el este de la actual Turquía), e invadieron la mayor parte del Asia Menor bizantina. Los viejos ejércitos de los temas habían decaído. Mientras, los bizantinos perdieron sus últimas posesiones en Italia y fueron separados del occidente cristiano a causa del cisma de 1054 abierto entre la Iglesia ortodoxa y el Papado.
Mundo bizantino
Demografía
Son muy pocos los datos que pueden permitirnos calcular la población del Imperio bizantino. J.C. Russell estima que a finales del siglo IV la población total del Imperio romano de Oriente era de unos 25 millones, repartidos en un área de aproximadamente 1.600.000 km². Hacia el siglo IX, sin embargo, tras la pérdida de las provincias de Siria, Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo VI, habitarían el Imperio alrededor de 13 millones de personas en un territorio de 745.000 km².
Hacia el siglo XIII, con las importantes mermas territoriales sufridas por el Imperio, no es probable que el basileus rigiese los destinos de más de 4.000.000 de personas. Desde entonces el territorio del Imperio —y, por ende, su población— fue decreciendo rápidamente hasta la caída de Constantinopla en 1453.
Las mayores concentraciones de población estuvieron siempre en la parte asiática del Imperio, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor.
En cuanto a las ciudades, el crecimiento de Constantinopla fue espectacular en los siglos IV y V. Mientras que la capital de Occidente, Roma, había declinado considerablemente desde el siglo II, en que llegó a tener un millón y medio de habitantes, hasta el siglo V, con sólo unos 100.000, Constantinopla, que en el momento de su fundación contaba escasamente con 30.000 habitantes, llegó en época de Justiniano a los 400.000.
Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio. La población de Alejandría en esa misma época se ha estimado en torno a los 300.000 habitantes, algo mayor que Antioquía (unos 250.000), seguida de otras ciudades como Éfeso, Esmirna, Pérgamo,Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.
El siglo VI supuso un importante retroceso de la urbanización debido tanto a las guerras como a una desdichada sucesión de epidemias y catástrofes naturales. En el siglo siguiente, tras la pérdida de Siria, Palestina, Egipto y Cartago, sólo quedaron dos grandes ciudades en el Imperio: la capital y Tesalónica. Parece que la población de Constantinopla decreció considerablemente durante los siglos VI y VII (a causa, entre otras razones, de la peste) y sólo comenzó a recuperarse a mediados del siglo VIII. Se estima que su población sería de 300.000 habitantes durante el renacimiento macedónico, y de no menos de 500.000 bajo la dinastía Comnena.
En los últimos tiempos del Imperio las ciudades sufrieron un pronunciado declive. Se estima que en el momento de su conquista por los turcos la población de la capital estaba en torno a los 50.000 habitantes, y la de la segunda ciudad del Imperio, Tesalónica, alrededor de los 30.000.
Economía
Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la agricultura que estaba organizada en latifundios, en manos de la nobleza y el clero. Cultivaban los cereales, frutos, las hortalizas y otros alimentos vegetales.
La principal industria era la textil, basada en talleres de seda estatales, que empleaban a grandes cantidades de operarios. El Imperio dependía por completo del comercio con Oriente para el abastecimiento de seda, hasta que a mediados del siglo VI unos monjes desconocidos, quizá nestorianos, lograron llevar capullos de gusanos de seda a Justiniano. El Imperio comenzó a producir su propia seda, principalmente en Siria, y su fabricación fue un secreto celosamente guardado y desconocido en el resto de Europa hasta al menos el siglo XII.
Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación geográfica, el Imperio bizantino fue un intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el siglo VII, cuando el Islam se apoderó de las provincias meridionales del Imperio. Era especialmente importante la posición de la capital, que controlaba el paso de Europa a Asia, y al dominar el Estrecho del Bósforo, los intercambios entre el Mediterráneo (desde donde se accedía a Europa occidental) y el Mar Negro (que enlazaba con el Norte de Europa y Rusia).
El emperador
El jefe supremo del Imperio bizantino era el emperador (basileus), que dirigía el Ejército, la Administración, y tenía el poder religioso. Cada emperador tenía la potestad de elegir a su sucesor, al que asociaba a las tareas de gobierno confiriéndole el título de césar. En algún momento de la historia de Bizancio (concretamente, durante el reinado de Romano I Lecapeno) llegó a haber hasta 5 césares simultáneos.
El sucesor no era necesariamente hijo del emperador. En muchos casos, la sucesión fue de tío a sobrino (Justiniano, por ejemplo, sucedió a su tío Justino I y fue sucedido por su sobrino Justino II). Otros personajes llegaron a la dignidad imperial a través del matrimonio, como Nicéforo II o Romano IV.
Si bien el emperador elegía a su sucesor, fueron muchos los que llegaron al poder al ser proclamados emperadores por el Ejército (como Heraclio I o Alejo I Comneno), o gracias a las intrigas cortesanas, a veces aderezadas con numerosos crímenes. Para evitar que los emperadores depuestos y sus familiares reivindicaran el trono eran con frecuencia cegados y, en ocasiones, castrados, y confinados en monasterios. Un caso peculiar es el de Justiniano II, llamado Rhinotmetos ('Nariz cortada'), a quien el usurpador Leoncio cortó la nariz y envió al destierro, aunque recuperaría posteriormente su trono. Estos crímenes atroces fueron sumamente frecuentes en la historia del Imperio bizantino, especialmente en las épocas de inestabilidad política. La figura del emperador estaba especialmente relacionada con la Iglesia, que se convirtió en un factor estabilizador, y especialmente con el patriarca de Constantinopla. La monarquía bizantina tenía un carácter cesaropapista, uno de los títulos del emperador era Isapóstolos ('Igual a los Apóstoles'), y ciertas prerrogativas de su cargo remiten al Rex sacerdos ('Rey sacerdote') de la monarquía israelita. El emperador y el patriarca tenían una relación de mutua interdependencia: si bien el emperador designaba al Patriarca, era éste el que sancionaba su acceso al poder mediante la ceremonia de coronación.
Ejército
El Ejército bizantino fue durante siglos el más poderoso de Europa. Heredero del Ejército romano, en los siglos III y IV fue sustancialmente reformado, desarrollando sobre todo la caballería pesada (catafracta), de origen sármata.
La armada bizantina tuvo un papel preponderante en la hegemonía del Imperio, gracias a sus ágiles embarcaciones, llamadas dromones (dromos) y al uso de armas secretas como el «fuego griego». La superioridad naval de Bizancio le proporcionó el dominio del Mediterráneo oriental hasta el siglo XI, cuando empezó a ser sustituida por el incipiente poder de algunas ciudades-estado italianas, especialmente Venecia.
En un primer momento existían dos tipos de tropas: los limitanei (guarniciones de frontera) y los comitatenses. A partir del siglo VII el Imperio fue organizado en themata, circunscripciones tanto administrativas como militares dirigidas por un strategos, cuya existencia mejoró sustancialmente la capacidad defensiva de Bizancio frente a sus numerosos enemigos exteriores.
En la defensa de Bizancio jugó un importante papel la hábil diplomacia de sus emperadores. Los pagos de tributos mantuvieron mucho tiempo alejados a los enemigos del Imperio, y su servicio de espionaje logró salvar situaciones que parecían desesperadas.
Una de las debilidades del Ejército bizantino, que fue acentuándose con el tiempo, fue la necesidad de recurrir a tropas mercenarias, de fidelidad dudosa. Entre los cuerpos mercenarios más conocidos está la famosa guardia varega. La crisis más terrible que los mercenarios causaron en el Imperio fue seguramente la revuelta de los almogávares, en el siglo XIV.
El arte de la estrategia alcanzó un gran auge en época bizantina, e incluso varios emperadores, como es el caso de Mauricio escribieron tratados sobre el arte militar. Estas doctrinas ensalzaban el sigilo, la sorpresa y el liderazgo de los comandantes.
Religión
Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina es la importancia de la religión y del estamento eclesiástico en su ideología oficial, Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera fe (la «ortodoxia») fue un importante factor de cohesión política y social en el Imperio bizantino, lo que no impidió que surgieran numerosas corrientes heréticas.
El cristianismo primitivo tuvo un desarrollo mucho más rápido en Oriente que en Occidente. Es muy significativo el hecho de que el Concilio de Calcedonia reconociera en 451 cinco grandes patriarcados, de los cuales sólo uno (Roma) era occidental; los otros cuatro (Constantinopla, Jerusalén, Alejandría y Antioquía) pertenecían al Imperio de Oriente. De todos ellos, el principal fue el Patriarcado de Constantinopla, cuya sede estaba en la capital del Imperio. Las otras tres sedes fueron separándose paulatinamente de Constantinopla, primero a causa de la herejía monofisita, duramente perseguida por varios emperadores; luego, con motivo de la invasión del Islam en el siglo VII, las sedes de Alejandría, Antioquía y Jerusalén quedaron definitivamente bajo dominio musulmán.
Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la Iglesia Ortodoxa por atraerse a los monofisitas, mediante posturas religiosas intermedias, como el monotelismo, defendido por Heraclio I y su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y 681, en el III Concilio de Constantinopla se retornó definitivamente a la ortodoxia.
CULTURA Y ARTE:
Lengua y literatura
En los orígenes del Imperio bizantino existió una situación de diglosia entre el latín y el griego. El primero era la lengua de la administración estatal, en tanto que el griego era la lengua hablada y el principal vehículo de expresión literaria. La Iglesia y la educación utilizaban también el griego. A esto debe añadirse que algunas regiones del Imperio empleaban otras lenguas, como el arameo y su variante el siríaco en Siria y Palestina, y el copto en Egipto.
Con el tiempo, el latín fue definitivamente desplazado por el griego, que se convirtió también en la lengua de la administración imperial. Es significativo que ya en época de Heraclio el título de Augustus, en latín, haya sido sustituido por el de basiléus, en griego. El latín, sin embargo, continuó apareciendo en inscripciones y en monedas hasta el siglo XI.
La invasión del Islam y la pérdida de las provincias orientales propiciaron una mayor helenización del Imperio. El griego hablado en el Imperio era el resultado de la evolución del griego helenístico, y suele denominarse griego medieval o griego bizantino. Existían grandes diferencias entre el lenguaje literario, deliberadamente arcaico, y el lenguaje hablado, la koiné popular, muy rara vez utilizada en la literatura.
La literatura, como en general la cultura bizantina en todos sus aspectos, se caracteriza por tres elementos: helenismo, cristianismo e influjo oriental. Helenismo porque continúa la tradición de la Grecia clásica pese a los intentos romanizadores de Justiniano y su sobrino Justino II, que sólo alcanzaron al derecho. Cristianismo porque esa fue desde Constantino la religión del Imperio, a pesar de la oposición intelectual hasta bien entrado el siglo VI; influjo oriental por la estrecha relación con pueblos asiáticos y africanos.
La literatura bizantina cuenta con un poema épico en griego popular, el de Digenis Akritas, y con líricos de primer orden como Teodoro Pródromo.
Arquitectura
La arquitectura bizantina es heredera de la arquitectura romana y la arquitectura paleocristiana. Es una arquitectura esencialmente religiosa, aunque no faltaron los edificios civiles de importancia. Muestra una marcada predilección por el ladrillo como material de construcción (aunque disimulado por lajas de piedra en el exterior y por suntuosos mosaicos en el interior). Aunque utiliza la columna (destaca la sustitución del ábaco por el cimacio), su innovación más característica es el uso sistemático de la cubierta abovedada. Los tipos de bóveda más utilizados son la de cañón y la de arista, pero destaca sobre todo la cúpula, con su característica base sobre pechinas (aunque también se empleó ocasionalmente la cúpula sobre trompas). En cuanto a la planta, la más frecuente en los templos es la de cruz griega, con una cúpula en la intersección de las naves. Es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal, posean un atrio o narthex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.
En la historia del arte y la arquitectura bizantinos suelen distinguirse tres períodos o «Edades de Oro». La Primera Edad de Oro tiene su momento más representativo en la época de Justiniano, y sus edificios más destacados son la iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de Santa Irene y, sobre todo, la de Santa Sofía, todas ellas en Constantinopla.
Escultura
El estilo bizantino quedó definido a partir del siglo VI. Anteriormente dominaba el estilo romano tardío, aún en la misma Constantinopla, según lo evidencian diversas estatuas erigidas por toda la ciudad. No obstante, otros monumentos de la época iniciaban ya el gusto bizantino, como Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en bajorrelieve las figuras del emperador y su corte (393).
El estilo bizantino en escultura debe considerarse como una derivación del romano, bajo la influencia asiática. Le caracterizan, en general, cierto amaneramiento, uniformidad y rigidez o falta de naturalidad en las figuras junto con la gravedad la cual suele consistir en esmaltes, en imitaciones de piedras y sartas de perlas, en trazos geométricos y en follaje estilizado o desprovisto de naturalidad.
Cultivó el arte bizantino muy poco el bulto redondo pero abundó en relieves sobre marfil, plata y bronce y no abandonó del todo el uso de camafeos y entalles en piedras finas. En los relieves, como en las pinturas y mosaicos se presentan las figuras mirando de frente.
SU ORIGEN: Arabia es una gran península asiática de tres millones de kilómetros cuadrados, limitada por el Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Las civilizaciones, que se desarrollaron en Egipto y en Oriente, en su expansión chocaron siempre con el enorme desierto arábigo, inmenso obstáculo natural. Sus costas rocosas dificultan la navegación. Arabia es: "Djesirat el Arab", la isla de los árabes. El desierto se extiende por las nueve décimas partes del país. De esta tierra reseca y recalentada levántense nubes de polvo que llegan a oscurecer el Sol. No existen corrientes de agua y sólo a temporadas algunas que otro miserable riachuelo cruza el país. Según una antigua tradición, los pobladores de Arabia son descendientes de Ismael, hijo de Abraham y de su esclava Agar.
En el siglo VI se hallaban claramente diferenciadas dos clases de población: la nómada y la sedentaria. A la primera pertenecían los árabes trashumantes -beduinos- que llevaban una vida ruda y llena de peligros. Practicaban el robo, el pillaje y el asesinato sin remordimiento alguno. Odiaban a los árabes sedentarios, a quienes, con frecuencia, hacían objeto de sus depredaciones. La institución sagrada era la tribu; el matrimonio tenía por único fin conseguir el aumento de la población.
El beduino que más hijos tenía era el más considerado. Las tribus vivían en un constante estado de enemistad y de guerra, pues no concebían las ventajas de la unidad. Eran poco religiosos, adoraban a numerosas divinidades y a bloques de piedra que transportaban en su incesante deambular por el desierto. Algunas tribus se habían convertido al judaísmo y a la religión cristiana, por lo que, durante el siglo VI existió un movimiento religioso que tendía al monoteísmo.
Sin embargo, entre estas tribus existía un lazo de unión formidable: la lengua. El árabe se enorgullecía de la riqueza de su vocabulario y procuraba sostener su pureza. Las faltas cometidas al hablar eran castigadas a bastonazos y los poetas eran considerados como seres privilegiados y mágicos. Los beduinos escuchaban embelesados sus narraciones.
La ciudad más famosa de Arabia era La Meca. Allí se hallaba la Kaaba, el santuario de los árabes. De los puntos más lejanos acudían beduinos para besar la piedra negra y redimir sus pecados. Todas las caravanas del desierto confluían en aquel lugar y la ciudad fue creciendo y prosperando. Opulentos mercaderes organizaron en ella una especie de república. En sus mercados se compraban y vendían mujeres, esclavos y camellos.
MAHOMA. Un muchacho árabe -Mahoma (570-632)- fue el hombre llamado a cambiar la manera de pensar y sentir de sus compatriotas. Huérfano de madre a los seis años, tuvo una infancia muy dura. A los 24 años estaba al servicio de la viuda Khadidja y dirigía las caravanas que se encaminaban a
Egipto, Palestina y el Golfo Pérsico. Conoció las doctrinas cristiana y judía y llegó a la convicción de que la idolatría era algo absurdo. A los 40 años tuvo crisis místicas y alucinaciones y creyó oír la voz de Dios que le hablaba por medio del arcángel San Gabriel. Llegó a la conclusión de que sus compatriotas acabarían por ser conquistados si antes no alcanzaban la unidad política, la paz interna y rendían culto al Dios verdadero. Para salvarles comenzó a predicar una nueva religión a la que designó con el nombre de Islam, que significa resignación a la voluntad de Dios. Los historiadores musulmanes fijan el año 611 como la fecha inicial de la predicación islámica. Mahoma invocaba el nombre de un Dios verdadero: Alá, de quien era único profeta.
Los comienzos fueron difíciles, pues no logró convertir más que a su esposa y a unos pocos amigos, y tropezó con una fuerte oposición en La Meca, donde los koroichitas, sus compatriotas, veían con malos ojos la nueva doctrina que atacaba a las divinidades base de las peregrinaciones y de su enriquecimiento. Mahoma no se desalentó, pero al comprobar que su permanencia en La Meca se hacía de día en día más difícil y peligrosa, huyó a Medina -la ciudad rival- acompañado de 150 de sus partidarios.
Esta huida, llamada "hégira", tuvo lugar el día 20 de septiembre del año 622, y de ella parte la Era adoptada por todos los pueblos musulmanes. El mérito de Mahoma consistió en elaborar una doctrina compatible con las antiguas tradiciones de Arabia y en haber hecho del Islam una religión nacional. En el año 630 se presentó en La Meca al frente de 10.000 hombres, que derribaron y destruyeron los ídolos que rodeaban la Kaaba. De este modo se apoderó de la ciudad que quedó reservada a los creyentes. Seguidamente continuó la "guerra santa", hasta conseguir que todas las tribus árabes adoptaran el Islamismo.
La doctrina religiosa del profeta es muy sencilla y se halla contenida en el Corán, libro sagrado de los musulmanes. Todo queda reducido a la creencia en Alá, Dios único, en el Juicio final, en la resurrección de los muertos y en la predestinación.
Los cinco deberes principales del buen musulmán son: el ayuno, el rezo cotidiano, la peregrinación a La Meca por lo menos una vez en la vida, la limosna y la guerra santa contra los infieles. El Corán propugna el perdón de las injurias y ensalza la práctica de las obras de misericordia, prohíbe el adulterio, el homicidio y el robo, así como el consumo del vino, la carne de cerdo y la práctica de los juegos de azar.
LA EXPANSIÓN ÁRABE.
A la muerte de Mahoma los árabes poseían una misma religión, se habían acostumbrado a obedecer a un soberano y se hallaban en condiciones de iniciar la conquista de un imperio. Ellos fueron los intermediarios entre el mundo asiático y la Europa occidental. Se lanzaban al combate con empuje irresistible y, a pesar de carecer de bases militares, líneas de comunicación, provisiones y equipos, sus victorias fueron tan rápidas y decisivas que a los quince años de la muerte del Profeta, el estandarte de la Media Luna ondeaba en Damasco, Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de África.
A la muerte de Mahoma los árabes poseían una misma religión, se habían acostumbrado a obedecer a un soberano y se hallaban en condiciones de iniciar la conquista de un imperio. Ellos fueron los intermediarios entre el mundo asiático y la Europa occidental. Se lanzaban al combate con empuje irresistible y, a pesar de carecer de bases militares, líneas de comunicación, provisiones y equipos, sus victorias fueron tan rápidas y decisivas que a los quince años de la muerte del Profeta, el estandarte de la Media Luna ondeaba en Damasco, Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de África.
Conquistaron toda la Persia, el Turquestán y los territorios situados en las orillas de los mares Negro y Caspio. En el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar, y tras derrotar a los visigodos españoles en las márgenes del Guadalete, se desparramaron como un ciclón por toda la Península Ibérica. Desde la frontera de Francia empezaron a planear la conquista de Europa y la destrucción del Cristianismo; franquearon los Pirineos y amenazaron la Galia, pero fueron detenidos en Poitiers por los francos. En aquella memorable batalla ocurrida el 732 murió el emir Abderramán el-Gafekí, caudillo árabe, vencido por el famoso Carlos Martel.
En el año 750 tuvo lugar una profunda revolución en el mundo musulmán; la dinastía de los Omeyas fue derrotada por Abul- Abbas, fundador de la dinastía de los Abbasidas, que estableció su capital en Bagdad. Un solo omeya, Abderramán I o Abdal-Ratimán escapó de las matanzas y, vagando de cabila en cabila y de aduar en aduar, llegó a España, erigiendo el Emirato independiente de Córdoba. Harum-al-Raschid (786-809) fue el más conocido de los soberanos de esta época; era piadoso y activo, y logró dar cohesión al gran imperio, aunque concediendo cierta autonomía a las provincias. Era en verdad empresa difícil en aquellos tiempos mantener en una sola mano pueblos tan distantes entre sí como la India y España; por ello los distintos pueblos entraron en lucha muy pronto y el gran imperio se fue desmembrando. Los califas de Bagdad, encerrados en suntuosos palacios, renunciaban con facilidad a sus derechos sobre lejanas provincias.
España se separó en el año 755, y Egipto lo hizo en el 868. Los turcos, encargados de defender al califa, constituían la base del Ejército y, poco a poco, su influencia fue en aumento, hasta llegar al extremo de que si bien el califa era el titular del poder espiritual, los turcos acabaron por ser los amos absolutos del Estado. El califato de Bagdad llevó una vida muy floreciente desde finales del siglo VIII hasta los comienzos del IX. El vasto imperio que se hallaba dividido en 28 provincias, abarcaba los territorios comprendidos en el rectángulo formado por el Indo, el Sahara, el Atlántico y el Cáucaso.
El califa era el representante del Profeta y ejercía un poder absoluto. Vivía en un magnífico palacio rodeado de servidores, en el que se celebraban fiestas maravillosas. Los califas delegaron las funciones propias del gobierno en funcionarios llamados "visires", mientras que las cuestiones judiciales eran encomendadas a los "cadíes". El "walí" era el encargado de aplicar el Derecho Penal. El inspector del comercio y del mercado recibía el nombre de "almotacén". El "berid" era el jefe del servicio de postas, que se hallaba muy bien organizado y para el cual se utilizaban palomas mensajeras; tenía por misión informar al poder central de todo cuanto ocurría. Los impuestos se pagaban en especie o en moneda y pasaban a engrosar el tesoro de los califas.
El Ejército del califa de Bagdad llevó a contar con 50.000 hombres, que disfrutaban del reparto del botín o de un sueldo fijo; pero como eran muy indisciplinados los califas se decidieron a reclutar mercenarios turcos. En Córdoba no tardó en proclamarse el Califato independiente, con lo cual el mundo árabe quedó escindido. El Califato de Bagdad cayó en poder de los mongoles el año 1258. La influencia de Egipto fue muy grande entonces, y mientras en España al esplendor del Califato de Córdoba siguió la decadencia de los múltiples reinos de Taifas, en Oriente los turcos incrementaron su poder hasta que en el siglo XV lograron la conquista de Constantinopla, pero entonces el Imperio Árabe había muerto para sucederle el Imperio Turco.
LA CIVILIZACIÓN ÁRABE.
Durante 500 años se enfrentaron dos modos de pensar, dos religiones y dos concepciones de la vida: Mahoma y Cristo. Desde el punto de vista moral y humano la civilización cristiana era más perfecta en todos sentidos: por su especial consideración a la mujer y a los débiles, por su exaltación de la virtud, por su sentido trascendente de justicia, etc. Sin embargo, es preciso reconocer que los árabes desarrollaron una civilización en la que ocupaba lugar muy preferente el cultivo de las Ciencias, y que su sentido de la belleza era extraordinario como lo demuestran los monumentos que de su plenitud se han conservado hasta nuestros días.
Durante 500 años se enfrentaron dos modos de pensar, dos religiones y dos concepciones de la vida: Mahoma y Cristo. Desde el punto de vista moral y humano la civilización cristiana era más perfecta en todos sentidos: por su especial consideración a la mujer y a los débiles, por su exaltación de la virtud, por su sentido trascendente de justicia, etc. Sin embargo, es preciso reconocer que los árabes desarrollaron una civilización en la que ocupaba lugar muy preferente el cultivo de las Ciencias, y que su sentido de la belleza era extraordinario como lo demuestran los monumentos que de su plenitud se han conservado hasta nuestros días.
Los árabes pudieron conocer gran parte del saber acumulado en Alejandría durante el período llamado "helenístico". Gracias a ellos, y a través del camino de España nos llegaron obras literarias como Calila y Dimna, el Sendebar y los relatos de Las Mil y una Noche, entre otras. La Escuela de Traductores de Toledo, fundada por el obispo Raimundo, fue una de las que más contribuyeron a salvar la cultura clásica y oriental que nos llegaba a través de los musulmanes. Entre los nombres que destacan en ella merecen recordarse Domingo Guinsalvo, Juan Hispalense y Gerardo de Cremona.
El cálculo algebraico y las cifras que usamos actualmente y que se llaman arábigas las debemos a los musulmanes. La dedicación de este pueblo a las Matemáticas fue notable. Las ecuaciones de segundo grado, e incluso las de grado superior, fueron bien conocidas por ellos, así como la Trigonometría. Consecuencia de este perfeccionamiento del cálculo fueron los notables progresos conseguidos en Astronomía, pues llegaron a determinar la inclinación del eje de la Tierra sobre la eclíptica. Conocieron la brújula, seguramente importada de Asia central o de China, y fueron extraordinariamente hábiles en el trabajo de los metales, en la fabricación de telas, curtidos, armas y papel. En Fez existían 400 molinos para la fabricación de pasta de papel, y Játiva fue la primera población de España donde se instalaron fábricas de papel de arroz. Los molinos de viento son una realización árabe. Su dedicación a la Alquimia les llevó a descubrir el alcohol, el alcanfor, el mercurio y el ruibarbo. Además, en Europa fueron los primeros en utilizar la pólvora, conocida por los chinos.
La agricultura llegó a perfeccionarse con un sistema de riegos que en la huerta valenciana viene aplicándose casi igual que en tiempo de la dominación árabe.
Los musulmanes sentían una especial fascinación por el agua, que utilizaban como adorno en sus jardines. Por ejemplo, es de admirar el empleo del líquido elemento en los del Generalife de Granada, en los del Alcázar de Sevilla y en tantas construcciones como nos quedan de aquella época de España. Las palabras "acequia", "algibe", "noria" y tantas otras, son árabes y demuestran claramente las innovaciones que este pueblo aportó en la agricultura de la península. A ellos se debe también la aclimatación en Occidente de la palmera, el algodón, el arroz, el naranjo, la caña de azúcar, el granado, la morera e innumerables plantas de jardín.
La cirugía árabe no fue muy importante porque sentían gran pudor y respeto por el cuerpo humano desnudo, pero sí la Medicina. Abenmasawih escribió un tratado de Oftalmología; Abubéquer fue un químico notable y un médico excelente, autor de una enciclopedia de Medicina; Abenalcházar escribió un tratado sobre la viruela y el sarampión, y Abulcásim una obra en la que trata temas de Obstetricia, Cirugía y lo que hoy llamamos Otorrinolaringología. Entre los astrónomos famosos cabe recordar a Mohamet el Fazari, Mohamet Alfargani y, sobre todos, Chábir Albattani, que vivió en el siglo X y fue considerado un precursor de las doctrinas astronómicas que tuvieron su desarrollo durante el Renacimiento.
EL ARTE ÁRABE.
En la expresión artística del pueblo árabe juegan dos factores importantes. Uno, la prohibición por parte de su credo de representar la figura humana, y por otra su temperamento amante del color, de las formas exuberantes y de la vida en sus manifestaciones más cálidas. Por estas razones el arte árabe se vuelca en la decoración y en los "arabescos", juegos de formas, de color y de luz, utilizando incluso el agua como un elemento arquitectónico más. En todas las construcciones abundan los adornos geométricos o inspirados en motivos vegetales para suplir la limitación que implicaba la imposibilidad de pintar o esculpir formas humanas.
En la expresión artística del pueblo árabe juegan dos factores importantes. Uno, la prohibición por parte de su credo de representar la figura humana, y por otra su temperamento amante del color, de las formas exuberantes y de la vida en sus manifestaciones más cálidas. Por estas razones el arte árabe se vuelca en la decoración y en los "arabescos", juegos de formas, de color y de luz, utilizando incluso el agua como un elemento arquitectónico más. En todas las construcciones abundan los adornos geométricos o inspirados en motivos vegetales para suplir la limitación que implicaba la imposibilidad de pintar o esculpir formas humanas.
El templo musulmán era la mezquita, generalmente de plantacuadrada. Antes de entrar en ella el creyente se encontraba con un patio rodeado de pórticos, en el centro del cual había una fuente donde podía realizar las abluciones del ritual. Una torre o "alminar" permitía al "muezín" llamar a los fieles a la hora de la oración. En el interior del templo se hallaba el "mihrab", o lugar sagrado emplazado en dirección a Oriente, sin ninguna clase de imágenes pero adornado con profusión de arabescos, tapices, etc. Ante él se hallaba la "maxura" o lugar que ocupaba el califa o el rey.
El arco de herradura fue usado con profusión, y en el siglo X se complicó originando el arco lobulado, en el cual el primitivo dibujo de la arcada se subdivide en numerosos arcos menores. El número de lóbulos fue siempre impar a fin de que uno correspondiera al centro o clave del arco. Las columnas eran muy finas y se solían agrupar; los capiteles, sencillos, pero trabajados en arabescos, así como las paredes, especialmente las de los palacios o alcázares.
Más tarde los arcos se entrecruzaron y se convirtieron en un auténtico tejido arquitectónico, como puede admirarse en las obras maestras de la arquitectura musulmana en España. No existe mezquita tan hermosa como la de Córdoba, iniciada en el siglo VIII y que no se terminó hasta el XI. En ella se pueden contar hasta un millar de columnas que sostienen arcos dobles, el superior de medio punto y el inferior de herradura. El ladrillo rojo y la piedra blanca alternan y contribuyen a aumentar la sensación de luz y color. Sus medidas -180 por 130 m- hacen de ella la mayor del mundo islámico.
Fernando III, al conquistar Córdoba la transformó en catedral cristiana. La Alhambra de Granada corresponde ya a un estilo posterior, que se inicia en el siglo XIII y cuyo máximo esplendor se encuentra en el siglo XIV. Los arcos se convierten en un puro encaje de yesería, así como las paredes. En esta joya del arte arábigo-español se ven preciosas muestras de alicatado, o sea de mosaicos vidriados. Este palacio, construido para vivienda de los reyes moros, consta de una serie de salas y estancias, algunas de ellas con ventanales orientados hacia la Sierra Nevada; otras con surtidores o patios en los que el agua juega con motivos arquitectónicos y decorativos.
Es notable el "Patio de los Leones", donde puede verse una rarísima muestra de la escultura árabe, los leones que sostienen la fuente central. El Generalife es un palacete situado en una colina próxima a la Alhambra, donde los jardineros árabes dieron una muestra de lo que puede conseguirse combinando la vegetación y el agua. Son notables también otros alcázares o palacios-fortaleza, como el de Sevilla, que posteriormente amplió el emperador Carlos I. Todo el Mediterráneo español es rico en vestigios del arte árabe. También destacaron los árabes en el trabajo del cuero, en la cerámica, los azulejos, la orfebrería, el cincelado de la plata, la talla del marfil y, de un modo especial, en la técnica y el arte del tejido.
EL PENSAMIENTO Y LAS LETRAS.
Los árabes eran muy aficionados a los estudios filosóficos y se dedicaron a la propia especulación, pero también a la traducción de los pensadores griegos. Aristóteles les fue familiar, de modo que existió un aristotelismo musulmán paralelo al aristotelismo cristiano que informó la Escolástica. En el siglo XI vivió Avicena, que intentó una síntesis del pensamiento griego con el mahometismo. En España la cultura árabe alcanzó un gran esplendor debido a la protección de los califas cordobeses. Se cuenta que Alhaquem II tenía destacados en distintos lugares del mundo musulmán enviados suyos para que adquiriesen los libros que aparecieran y resultaran de mayor interés con destino a su biblioteca de Córdoba.
Los árabes eran muy aficionados a los estudios filosóficos y se dedicaron a la propia especulación, pero también a la traducción de los pensadores griegos. Aristóteles les fue familiar, de modo que existió un aristotelismo musulmán paralelo al aristotelismo cristiano que informó la Escolástica. En el siglo XI vivió Avicena, que intentó una síntesis del pensamiento griego con el mahometismo. En España la cultura árabe alcanzó un gran esplendor debido a la protección de los califas cordobeses. Se cuenta que Alhaquem II tenía destacados en distintos lugares del mundo musulmán enviados suyos para que adquiriesen los libros que aparecieran y resultaran de mayor interés con destino a su biblioteca de Córdoba.
Ibn Masarrá fue un filósofo cordobés del siglo X. También son dignos de citarse Abentofail, autor de una novela filosófica, El Filósofo-autodidacta, y Averroes, que vivió en el siglo XIII. Éste sostenía que la verdad filosófica puede ser distinta de la religiosa, defendiendo, por tanto, la independencia y la libertad de especulación. El "averroísmo" tuvo gran importancia en el pensamiento medieval. Entre los historiadores figura El Wagidi, que narró la vida de Mahoma y los primeros califas, Abucháfar al Tavarí y, en España, Ibn el Faradí. En literatura los árabes sintieron gran predilección por la narrativa, como se demuestra en Las Mil y una Noches. En muchos casos acompañaban sus relatos con la música del "rabel", que fue invento suyo. La música popular andaluza, incluso la jota española, tienen una raíz musulmana indiscutible que se pone de manifiesto al comparar el canto moro actual con el cante jondo y el flamenco andaluz.
PARA SABER MÁS…
EN EL 711 los musulmanes del norte de África invadieron la península Ibérica. Introdujeron nuevos cultivos (como naranjas, limones, caña de azúcar y algodón), construyeron hermosas ciudades como Sevilla, Málaga, Toledo y Granada. Córdoba, la civilizada capital del reino musulmán de Al-Ándalus, conocido como califato de Córdoba, era un centro de estudio de todas las religiones. Aunque los invasores eran musulmanes, no persiguieron a judíos o cristianos durante su dominio. En lugar de esto, los que practicaban una fe diferente a la musulmana debían pagar unos impuestos especiales que servían de fuente de ingresos a los gobernantes musulmanes.
EMPERADOR DE DOS RELIGIONES
A principios del s. XI, la descomposición del califato de Córdoba (1031) en 30 pequeños "reinos de taifas" o ciudades-estado independientes, facilitó el avance cristiano hacia el sur. Los reinos cristianos del norte de la península (Galicia-Portugal, León, Castilla, Navarra y Aragón) empezaron a invadir la España musulmana. Los reyes que protagonizaron la Reconquista solían apropiarse de una parte de las riquezas musulmanas, pero no destruían los vestigios islámicos de España. Alfonso VI (1299-1366), el conquistador de Toledo, hizo tratos con algunos califas musulmanes y estos últimos se convirtieron en sus vasallos. El rey Alfonso VI fue conocido con el sobrenombre de "el emperador de dos religiones".
SOCIEDAD MULTICULTURAL
La España de los Reyes Católicos estaba formada por amplias minorías de musulmanes y judíos. Muchos de los cortesanos de Fernando e Isabel eran judíos practicantes, y el mismo Fernando tenía ascendencia judía. La España musulmana propició un florecimiento de la cultura judía, ya que muchos de los libros judíos se escribían primero en árabe. Los estudiosos judíos españoles llevaron el conocimiento científico de la antigua Grecia hasta el norte de Europa.
INTOLERANCIA
El ambiente de intolerancia religiosa fomentado en Europa a partir del siglo XI por el espíritu de las Cruzadas se perpetuó en la España cristiana durante la Reconquista. En los siglos XII y XIII los reyes cristianos actuaron como verdaderos cruzados. Los Reyes Católicos acabaron la Reconquista con la rendición de Granada y crearon la Inquisición (1478). Su propósito era expulsar a los judíos conversos castellanos, de quienes se sospechaba que fingían ser cristianos a pesar de que todavía practicaban su antigua religión. El dinero que se quitó a los judíos, muchos de los cuales habían huido a Constantinopla (la actual Estambul de Turquía), se usó para financiar la conquista de Granada en 1492. Se había prometido a los musulmanes de Granada que se respetarían sus costumbres y su religión una vez se hubieran rendido, pero en unos pocos años se violó este acuerdo. Como ocurrió antes con los judíos, los musulmanes fueron obligados a elegir entre renunciar al islamismo en favor del cristianismo o abandonar España. Los que se quedaron y fingían ser cristianos pero seguían practicando el islam fueron perseguidos por la Inquisición.
Sobre el origen de China hay diversas opiniones que son las siguientes:
Los chinos que pretenden ser oriundos de una raza originaria del país que viven y sus anales, leyes y costumbres son lo que demuestra y evidencia que no son de otra región.
Algunos eruditos ilustres creen que los chinos descienden de los egipcios y que sus emperadores no eran otros que los antiguos reyes de Tebas y Menfis, fundando lo dicho en la semejanza entre los jeroglíficos egipcios y las letras china.
Algunos misioneros, descendientes de Noé, diciendo que después de la confusión de las lenguas, los hijos de Sem abandonaron las llanuras de Sennaar para ir a cultivar las Provincias Orientales de Hon Non y Chen-Sí.
Según los escritores chinos, llega la antigüedad histórica del país hasta 2397 a.j.c., pero incluso los hay que comienzan a contar los tiempos históricos a partir del año 3.400 adC.
TIEMPOS MITOLÓGICOS
En los tiempos mitológicos, conjunto de fábulas imposibles de desentrañar la verdad histórica, la tradición refiere a época anterior a la de 2.397 a.J.c. (según otros anterior a la fecha de 3.400 adC.), otros periodos que comenzaron con:
Un 1º hombre llamado Pan-Ku, a quien atribuyen tal poder que pudo separar cielo y tierra, conocido también con el nombre de "caos primordial".
Siguen los siguientes tres grandes reinados:
Tien-Hang, el soberano del cielo
Ti Hwang, el soberano de la tierra
Jin-Hwang, el soberano de los hombres y esta época duró muchos cientos de años caracterizados por lo siguiente:
No conocían el fuego
Vivían en cavernas
Esta época se divide en periodos y al final del 7º con gran número de reyes, cesaron los hombres de habitar las cavernas.
Bastará con mencionar dos, pero muy importantes: la imprenta y la brújula. Es verdad, que resulta muy difícil determinar quiénes son los autores auténticos de muchos inventos, porque, muy a menudo, tanto por modestia como por desinterés, los inventores de otros tiempos no permitían que sus nombres se difundieran entre el pueblo. Pero, según los numerosos testimonios de que se dispone actualmente, no parece dudoso que se deba atribuir estas dos invenciones al pueblo chino.
La imprenta era conocida en China desde hacía largo tiempo, aunque la perfección de su técnica solo se alcanzó hacia el siglo VI de nuestra era, cuando los emperadores chinos de esos años, ordenaron imprimir, entre otros, los cuatro libros de Confucio y algunos clásicos para su uso en la educación de jóvenes.
La técnica empleada por los chinos era la xilografía que se imprimía en planchas de maderas. Pero hacia el siglo X, los chinos ya emplearon, también, separadas, letras de cobre para hacer la composición del texto. El uso de estas letras de cobre pasó en 1205 de la China al Japón.
El descubrimiento del imán por los chinos se remonta a épocas muy antiguas. En el diccionario etimológico Tchuwen, compilado por Hiu-kiun. Hacia el año121 d.C., se encuentra ya el término imán y la explicación que lo describe, dice "Nombre de una piedra con la cual se da la dirección a una aguja".
Un pasaje análogo, pero más detallado y preciso, se encuentra en un gran diccionario Pei-wen-yun-fú compuesto en el siglo IX. Se dice allí que ya bajo la dinastía de los Tsin (265-419 d.C.) los marinos habían encontrado la dirección del sur valiéndose del imán.
La brújula utilizada por los chinos estaba constituida por una aguja imantada que reposaba por intermedio de un chapita de cobre sobre una punta situada en el interior de una caja de madera, la cual estaba cerrada por una lámina de mica. La división del limbo de la brújula no estaba unificada. Según se tratase de brújulas náuticas, geográficas, astronómicas o astrológicas, el limbo estaba dividido en 4-8-12-16-24 partes.
Los chinos no solamente sabían que la aguja imantada se dirige aproximadamente según la línea norte-sur, sino que sabían también que no toma exactamente esta dirección, pero que se separa muy poco de ella. Conocían, por lo tanto, la declinación magnética. En la obra de Ken-tsung-chi escrita hacia el siglo XII, se encuentra una descripción de la declinación magnética: (Si se frota la punta de una aguja con la piedra magnética, señala en seguida el sur, pero no muy exactamente, desviándose un poco hacia el este).
La brújula fue empleada por los arquitectos chinos para orientar los edificios. A causa de las condiciones climáticas, las casas de habitación en China están generalmente orientadas hacia el sur; lo mismo ocurre con ciertos monumentos. Así los muros de la ciudad de Pekín, reconstruida en tiempos de los Ming (1368-1644), tienen la forma de un rectángulo cuyos dos lados menores, están dirigidos según la línea norte-sur, no exactamente en el meridiano geográfico, sino desviándose hacia el este 2° 30'. Ahora bien, las medidas de declinación magnética, hechas primeramente por los misioneros europeos del siglo XVIII y después por el observatorio imperial de Pekín, muestran que la declinación magnética de la ciudad no ha experimentado variaciones de más de un cuarto de grado y que la declinación conserva el valor 2° 30' desde hace dos siglos. La concordancia de este valor con el de la orientación de las murallas de la ciudad, nos proporciona una información muy preciosa sobre la constancia de la declinación magnética en la región de Pekín.
La brújula fue también empleada para los viajes terrestres. Las obras históricas escritas en la época de los Han (202 a.C.-220 d. C.) habían mencionado ya coches provistos de brújulas que los emperadores empleaban en sus expediciones a través de su inmenso imperio. Se les llamaban carrozas magnéticas. Estas carrozas magnéticas eran coches de dos ruedas: delante del asiento se encontraba una pequeña estatua móvil alrededor de un pivote y con un brazo extendido en que se encontraba una pequeña barrita imanada, gracias a la cual el brazo indicaba siempre la dirección del sur. Al lado de esta estatua, hay otra que indica la distancia recorrida: cada vez que el vehículo había recorrido una milla china, la segunda estatua hacía sonar una campana. Se puede decir que realmente en aquella época estaba ya inventado el odómetro.
El empleo de la brújula para la navegación probablemente vino después que las carrozas magnéticas. No obstante, se sabe que los chinos habían emprendido ya bajo la dinastía Tang (siglos VI y VII d.C.) viajes muy largos por mar. Partiendo de Cantón, atravesaban el estrecho de Malaca para ir a Ceilán, a la costa de Malabar y aun hasta la desembocadura del Indo y del Éufrates. Tales viajes no podrían haberse hecho sin brújula.
Origen:
Este pueblo nómada de las estepas eurasiáticas fundó en el siglo XIII, bajo el liderazgo de Gengis Khan, el mayor imperio de la historia.
Este pueblo nómada de las estepas eurasiáticas fundó en el siglo XIII, bajo el liderazgo de Gengis Khan, el mayor imperio de la historia.
Eran una tribu de jinetes nómadas de las estepas del Asia Central, su lugar de origen coincide aproximadamente en la actualidad con la república de Mongolia y las franjas meridionales de Siberia.
En el siglo XIII, bajo el liderazgo de Gengis Khan protagonizaron un movimiento de expansión de tal magnitud, que el imperio mongol llagó a extenderse desde China por el Este, a Rusia y el imperio islámico por el Oeste.
Asia central
Genghis Khan forjó el inicial Imperio mongol en Asia central unificando varias de las confederaciones de pueblos nómadas mongoles y túrquicos, como los merkits, tártaros y mongoles. Luego continuó su expansión invadiendo el cercano Imperio Jorezmita, en lo que es hoy en día Corasmia, Uzbekistan.
Grandes áreas del Asia Central islámica y del noreste del Irán actual quedaron seriamente despobladas, ya que cada ciudad o pueblo que resistió a los mongoles fue objeto de destrucción. En Termez, a orillas del Amu Daria (el antiguo Oxus): «todas las personas, tanto hombres como mujeres, fueron llevadas a la llanura, y se dividieron según su costumbre, y luego fueron muertos todos». Cada soldado debía de ejecutar a un cierto número de personas, variando según las circunstancias: por ejemplo, después de la conquista de Urgench, cada guerrero mongol en un grupo que podría haber consistido en dos (unidades de 10.000) estaba obligado a ejecutar a 24 personas.
Asia oriental
Genghis Khan y sus descendientes invadieron China y obligaron a Corea a convertirse en vasallo tras una invasión de Corea. Intentaron una invasión de Japón y Vietnam, pero fracasaron en ambas. Su mayor triunfo fue la creación de su propia dinastía Yuan en China en 1271, aunque fue finalmente derrocada por los nativos chinos han en 1368, que pusieron en marcha su propia dinastía Ming. Los mongoles invadieron Birmania en 1277, 1283 y 1287.
Europa
Los historiadores consideran que los ataques y las invasiones mongolas fueron algunos de los conflictos militares más mortíferos en la historia de la Humanidad. Landers Brian ha explicado que «Un imperio en particular excedió a cualquiera que lo que habían llegado antes, y cruzaron desde Asia a Europa en una orgía de violencia y destrucción. Los mongoles trajeron terror a Europa a una escala no vista hasta el siglo XX». Diana Lary sostiene que las invasiones de los mongoles indujeron el desplazamiento de la población «en una escala nunca antes vista», en particular en Asia central y Europa oriental. Y añade: «la inminente llegada de las hordas mongolas sembró el terror y el pánico».
Los mongoles invadieron y destruyeron la Rus de Kiev, también invadieron Polonia, Hungría (Reino de Hungría) y Bulgaria (Segundo Imperio Búlgaro), entre otros. A lo largo de tres años (1237-1240), los mongoles destruyeron y aniquilaron todas las principales ciudades de Europa oriental con la excepción de Novgorod y Pskov.
Juan de Plano Carpini, el enviado del papa al Gran Khan mongol, viajó a través de Kiev en febrero de 1246 y escribió:
Los mongoles atacaron Rus, donde hicieron grandes estragos, destruyendo ciudades y fortalezas y los hombres de sacrificio, y pusieron cerco a Kiev, la capital de Rus, después de que habían sitiado la ciudad por mucho tiempo, se lo llevaron y poner a los habitantes a la muerte. Cuando estábamos viajando a través de esa tierra nos encontramos con innumerables calaveras y huesos de hombres muertos tirados por el suelo. Kiev había sido una ciudad muy grande y densamente poblada, pero ahora se ha reducido casi a la nada, ya que existen en las actualidades escasas 200 casas allí y los habitantes se mantienen en la esclavitud total.
Los mongoles antes de Gengis Khan
Los pueblos mongoles pertenecen al amplio grupo de pueblos mongoloides, del que también forman parte chinos, japoneses, coreanos, thais, etc. Su medio geográfico configuró una forma de vida nómada, basada en el pastoreo de cabras, ovejas y caballos, muy similar a la de otros pueblos esteparios, como los turcos y los tunguses (manchúes), con los que también comparten una filiación lingüística (lenguas uralo-altaicas). Parece que su hábitat original se situaba en las llanuras al sureste del lago Baikal, aunque algunos grupos se extendieron al norte del mismo, en la taiga siberiana, donde vivían de la caza. Su forma de vida motivó la extremada sencillez de las sociedades mongolas. Agrupados en tribus, vivían en tiendas que transportaban consigo en sus desplazamientos en busca de nuevos pastos, no practicaban la agricultura ni tenían ciudades o asentamientos permanentes. El chamanismo y la veneración de los fenómenos naturales constituían sus principales prácticas religiosas. Estas circunstancias motivaron el que los mongoles raramente fundaran Estados, aunque se dieron algunas excepciones. Como otros pueblos nómadas, los mongoles eran excelentes arqueros y jinetes. Convertidos en una fuerza guerrera, su extremada movilidad y velocidad hacía de ellos una seria amenaza para cualquier ejército. Gracias a ello consiguieron fundar efímeros Estados en diversas épocas, como el reino de Yen (siglo IV), el imperio juan-juan (siglos V y VI) o el de los kihtan (siglos X y XI) al norte de China, o el de los kara-kitai (siglos XI y XII) en Asia Central. A causa de la inestabilidad interna y de la presión de otros nómadas, frecuentemente azuzados por el imperio chino, estos Estados solían desaparecer rápidamente, y las tribus mongolas volvían a su existencia errante.
Gengis Khan
En 1196 Temuyin, un jefe de clan mongol, fue elegido khan o kan (soberano) por una asamblea de las tribus. En pocos años sometió a su autoridad a todas las tribus turcas y mongolas que vivían en torno al Baikal, y en 1206 fue proclamado khagan (soberano supremo) por todas las comunidades, y adoptó el nombre de Gengis Khan (soberano universal). Organizó su nuevo Estado sobre dos pilares.
El ejército fue dividido en tres tipos de fuerzas: una caballería pesada para romper las formaciones enemigas, una caballería ligera (la especialidad mongola), que con sus continuos y rápidos ataques y retiradas hostigaba y debilitaba al enemigo hasta vencerlo, y cuerpos auxiliares de ingenieros e infantería, normalmente reclutados entre los pueblos sometidos, y empleados en los asedios de ciudades.
Los hombres eran repartidos en nuevas unidades, rompiendo las tradicionales agrupaciones tribales, lo que daba cohesión al conjunto, reforzado por la presencia de los 10.000 bahadur, la guardia personal del Khan. La movilidad y sobriedad de este ejército y la organización de un eficaz sistema de correos (yam) permitían desplazar rápidamente grandes contingentes de tropas a lo largo de enormes distancias y concentrarlas por sorpresa contra el enemigo, con efectos devastadores.
El ejército mongol era extraordinariamente autosuficiente. Los soldados viajaban con su familia, de modo que el ejército consistía en una enorme multitud de viajeros sin motivo ni necesidad de volver a casa. Sus tácticas militares se basaban en las técnicas de los nómadas para cazar animales en grupo.
Las fuerzas mongolas se desplegaban en una sola línea, rodeaban toda una región y luego se aproximaban por todos los lados, de modo que nadie podía escapar a su cerco.
Gracias a la cuidadosa planificación de sus consejos militares (llamados kurultaí) y a los excelentes reconocimientos del terreno que realizaban en sus veloces caballos, la victoria no tardaba en llegar. Sus primeras víctimas fueron los Jin, los enemigos de los Song del Sur.
Gengis les declaró la guerra en el año 1211 e inició sus avances con dos ejércitos de cincuenta mil arqueros, pero luego se dio cuenta de que, en realidad, no contaba con los recursos necesarios para tomar sus ciudades. Recurriendo a varios ingenieros chinos y algunos guerreros musulmanes para que le enseñaran a construir las máquinas de guerra y las catapultas gigantes (trabucos) utilizadas por los bizantinos, Gengis empezó a construirlas por su cuenta mediante los recursos que encontraba sobre el terreno, como los árboles.
Cuando Gengis se enfrentaba a una ciudad, daba a elegir a los dirigentes del enemigo entre dos opciones: rendirse o morir. Era un hombre de palabra. Si un mandatario era tan orgulloso como para presentar batalla, Gengis no mostraba ningún tipo de clemencia. Si se rendía, su pueblo era perdonado, pero a cambio se le exigía lealtad absoluta.
Cuando en el año 1209, un gobernante de Turfán -ciudad oasis situada en la actual región autónoma de China- se sometió a la autoridad de los mongoles, Gengis Kan no sólo perdonó la vida a su pueblo, los uiguros, sino que además éstos se pusieron a trabajar para los mongoles y se convirtieron en el motor de su burocracia imperial enseñando a leer y escribir al pueblo nómada, que hasta entonces había sido analfabeto.
En el año 1213 los mongoles ya habían llegado hasta la Gran Muralla y, en menos de dos años, se habían introducido en el corazón de la China septentrional. En el año 1215 asediaron y saquearon la capital de los Jin:Yanjing (Pekín en la actualidad).
Una vez sometido el pueblo Jin, la ira de Gengis Kan se dirigió contra el emperador musulmán -que al parecer le había insultado sin razón de Jwarazm, imperio que se extendía desde el extremo occidental de China hasta el mar Caspio.
Luego Gengis Kan se dirigió hacia el norte, hasta llegar a Rusia, donde su ejército se dividió en dos y conquistó Georgia y Crimea. En su camino de vuelta hacia Mongolia derrotaron a un ejército ruso dirigido por seis príncipes, incluido el gobernante de Kiev. Como era costumbre en la tradición mongola, los príncipes fueron ejecutados sin derramar ni una gota de sangre: murieron aplastados bajo el peso de la mesa de banquete en la que los generales mongoles celebraron su festín victorioso.
Por otro lado, la yasa era la ley imperial que daba cohesión y organizaba el conjunto de las Instituciones del Imperio. La soberanía era electiva dentro de la familia de Gengis Khan, cuyos miembros acaparaban los máximos poderes civiles y militares. La cancillería imperial y el tribunal supremo eran dirigidos por mongoles. El Imperio se dividía en distritos militares, y los jefes del ejército, miembros del gran consejo imperial, se encargaban también de la administración, auxiliados por una numerosa y eficiente burocracia, escogida entre los pueblos sometidos.
Con estos elementos, los mongoles emprendieron una espectacular serie de conquistas. En 1209 sometieron el reino tungús de Xixia, después conquistaron el norte de China hasta Pekín (1215). Gengis Khan obtuvo el vasallaje pacífico de los kara-kitai (1218) y atravesó sus tierras en 1221 para conquistar el sultanato turco musulmán de Jwarizm (noreste de Irán). Combinando la tolerancia con las poblaciones sometidas pacíficamente y la mayor crueldad con los enemigos vencidos, convirtió el terror en un arma tan eficaz como su ejército. Sus lugartenientes Subotay y Djebe realizaron una incursión al sur de Rusia, venciendo a os cumanos y los rusos en Kalka, en 1223.
En 1225 Gengis regresó a China, donde volvió a luchar contra los Jin para someterlos de nuevo. Al cabo de poco tiempo, Gengis Kan murió: nadie sabe cómo. Algunos dicen que cayó de un caballo. Otra leyenda cuenta que fue asesinado por una bella princesa Tangut: cuando estaban a punto de hacer el amor, lo castró con un cuchillo que llevaba escondido en la ropa interior para vengarse de él por haber exterminado a su pueblo.
Cuando murió Gengis, el Imperio mongol abarcaba desde la costa oriental de China hasta el mar Caspio. Pero sus hijos lo ampliarían aún más creando nuevos imperios en Rusia, Siberia y Asia central.
Sus primeros sucesores
A la muerte de Gengis Khan (1227) el imperio, que se extendía desde Manchuria hasta el mar Caspio, estaba repartido entre su hijos, bajo la soberanía del Gran Khan. En 1229 la asamblea de los nobles mongoles eligió para este puesto a Ogodei. Este continuó las conquistas mientras organizaba el imperio, estableciendo la capital en Karakorum (1235).
El imperio Km del norte de China fue totalmente conquistado (1234), así como gran parte de Persia (1239). Batú, sobrino de Ogodei, acompañado por Subotay y Mangú, marchó sobre Occidente, destruyendo a los búlgaros del Volga (1236), aplastando a los rusos y tomando Kiev (1240). Atacó entonces Polonia, Hungría y Alemania, llegando hasta el Adriático (1241). Pero cuando iba a atacar Viena, la noticia de la muerte de Ogodei le hizo volver rápidamente a Karakorum para defender sus derechos al trono. Tras un periodo de minorías y regencias (1241-51), durante el reinado de Mangú Khan (1251-59) el imperio alcanzó su máxima extensión. Su hermano Hulagú, gobernador de Persia, acabó con la secta de los asesinos (1256) y conquistó todo Irak, ejecutando al último califa de Bagdad (1258), pero fue vencido por los mamelucos de Egipto en Am Yalut (1260).
Kublai Khan y la disgregación del Imperio
Kublai, otro hermano de Mongú, encargado de la conquista del Imperio chino de los Song, fue elegido Gran Khan (1260-1294). En seguida trasladó su capital a Pekín, llamada Kanbalik. Desde allí completó la conquista de toda China (1279) y envió expediciones contra Japón, Indochina e Indonesia. Bajo su reinado y el de sus sucesores, el Imperio chino-mongol alcanzó una gran prosperidad, gracias al orden interno y a que la tolerancia y la paz mongólica impuestas sobre gran parte de Asia favorecían enormemente el intercambio de ideas y mercancías. Fue en esta época cuando el famoso viajero veneciano Marco Polo llegó a la corte del Gran Khan, donde recibió cargos y honores. También llegaron otros comerciantes y misioneros, como el franciscano Ruysbroek.
Pero también en esta época comenzó la disolución del inmenso Imperio. Las mización del Khan y de la dinastía Yuan por él fundada hizo que otros miembros de la familia se rebelaran contra su autoridad. Su nieto Kaidú fundó un kanato independiente en Asia central, que sólo fue sometido por Timur (1295-1307), sucesor de Kubiai, que no pudo impedir sin embargo la pérdida de control sobre los khanatos o khanatos occidentales. La misma dinastía Yuan fue derrocada en China por los Ming (1368) y sus descendientes se retiraron de nuevo a Mongolia.
PARA SABER MÁS
LOS MONGOLES eran una tribu nómada. Recorrían las estepas (llanuras sin vegetación) de Asia Central, con sus rebaños de ovejas, cabras, vacas y caballos. Vivían en tiendas circulares llamadas yurts.
MUJERES MONGOLAS
Las mujeres mongolas conducían las caravanas que llevaban los utensilios domésticos. Cocinaban y eran las encargadas de confeccionar la tela para los vestidos y los yurts. Cuidaban de los rebaños de ovejas, cabras y vacas, mientras que los hombres se ocupaban de los caballos.
Alimentos:
Los hombres mongoles montaban yeguas, cuya leche les proporcionaba además energía extra. En las largas travesías colocaban la carne debajo de la silla de montar para que se ablandara y así poderla comer cruda. Su alimentación básica consistía en carne y leche ya que no eran agricultores. En lugar de ello comerciaban con cereales, arroz, té y con productos como la seda y los metales.
MAESTROS EN EL ARTE DE MONTAR
Los mongoles dependían de la fuerza y de la velocidad de sus caballos. Los niños aprendían a sostenerse en las sillas de montar antes que a andar. Incluso adiestraban a los perros de caza a sentarse en los cuartos traseros de los caballos mientras ellos iban al galope. Para perfeccionar la montura practicaban el polo.
JINETES-CORREO
El imperio mongol estaba unificado gracias a un complicado sistema de comunicaciones. Las noticias se transmitían por un servicio de correo a caballo. Un jinete-correo de élite podía cubrir una extensión de 130 km al día parando sólo una vez para comer y beber. Los jinetes advertían de su llegada a las áreas de descanso mediante las campanillas que tenían atadas a su silla. Allí cambiaban de caballo y obtenían alimento, y en pocos minutos volvían a estar en ruta. Los mercaderes que atravesaban el imperio mongol a través de las rutas comerciales que iban de este a oeste también usaban estas zonas para descansar.
El imperio mongol estaba unificado gracias a un complicado sistema de comunicaciones. Las noticias se transmitían por un servicio de correo a caballo. Un jinete-correo de élite podía cubrir una extensión de 130 km al día parando sólo una vez para comer y beber. Los jinetes advertían de su llegada a las áreas de descanso mediante las campanillas que tenían atadas a su silla. Allí cambiaban de caballo y obtenían alimento, y en pocos minutos volvían a estar en ruta. Los mercaderes que atravesaban el imperio mongol a través de las rutas comerciales que iban de este a oeste también usaban estas zonas para descansar.
CREENCIAS RELIGIOSAS
Los dioses de los mongoles eran espíritus benignos y malignos que habitaban en el agua, el fuego, el sol y el viento. Las corrientes de agua eran sagradas para los mongoles y se consideraba una falta muy grave bañarse en ellas o ensuciarlas de cualquier manera. Los chamanes mongoles, vestidos con túnicas blancas, se comunicaban con estos espíritus mediante los sueños y las invocaciones. Sin embargo, a medida que encontraron otras culturas, fueron abandonando muchos de sus ritos primitivos.
BIBLIOGRAFÍA
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